Cada jornada para venir aquí, conduzco solo, aproximándome a 'la hora bruja' mientras atravieso una carretera con bosques a los lados. Es un paraje precioso de día, pero aterrador de noche, cuando la luna queda frente a ti, y sube, anaranjada o roja y enorme por el horizonte oscuro que forma la masa de arboles.
Una vez llego, puedo sentirme a salvo. Me acomodo en la oficina y comienzo con el nocturno papeleo, pan mio de cada solitaria noche.
Incluso me doy mis paseos por el recinto. Bajo a por el café, a por algo de cenar... me siento unos instantes en la terraza y escucho el mar, o miro al cielo.
Pero hay ocasiones que algo me inquieta. Que noto un 'qué se yo' que me obliga a estar alerta, me emparanoya y me sugestiona.
Hace unos minutos, despues de todo el papeleo, casi todo el papeo y un poco de café frío, comencé a oir el viento... pero no era un viento normal, sino 'enlatado'... y un susurro extraño y confuso. Cuando identifiqué que no se trataba del ruido de ningún ordenador de la oficina, dirigí mi vista al interfono del parking. La estación cinco estaba encendida y la linea abierta. El soplo del viento entraba por ahí.
Bueno, me puse de pie, me acerqué y lo apagué. Me quedé entonces frente a la maquina unos segundos, observándola como un idiota. Y es que había caído en que sólo estaban operativas las estaciones uno, dos y tres... las demás... no existían.
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martes, 29 de abril de 2008
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