A lo largo de nuestra vida pasan por ella cientos y miles de personas si empezamos a contar desde profesores, compañeros de clase, vecinos, el dependiente de nuestro supermercado habitual...
Me acuerdo de Susana... era una niña que se sentaba en mi mesa en preescolar. ¿Donde estará ahora? Quizá sea toda una mujer con un buen trabajo, quizá un marido o una esposa, quien sabe si hijos... ¿Y doña Conchita? con toda seguridad habrá muerto, pero me queda el recuerdo de su cariño y trato agradable. Cómo me enseñaba a leer unas letras que yo ya conocía porque en casa se habían preocupado de dejarme aprender algo antes de escolarizarme. ¡Y nos recompensaba con chucherías! Hacíamos el amigo invisible. Creo que aquel año le regale a Javi un playmobil... ¡Javi! Ya tenía cara de viejo con 5 años... siempre ofuscado. Recuerdo que solía llevar un jersey azul marino.
¡Y Rafa! Mi compañero de recreos junto con Alfredo... a este último si me lo he cruzado en alguna ocasión sin llegar al saludo. Sólo es bastante más largo, pero la cara apenas ha variado un poco.
Pero de esta gente ya no me queda nada más que recuerdos y vivencias. No se han quedado ahí, no han seguido conmigo en este viaje. Han tomado rutas alternativas que los sitúan en dondequiera que estén ahora.
Luego viene la adolescencia, seguimos conociendo gente, y creo que es entonces cuando empezamos a intentar retener algunas personas. Cuando empezamos a ver quien nos conviene y quien no pinta nada bueno en nuestras vidas. Debo decir que nunca me he sentido traicionado por nadie a quien considerase amigo, y quien ha actuado contra mí a mis espaldas, siempre ha sido alguien de quien me lo hubiera esperado. Puede sonar egoista, pero somos nosotros quienes elegimos a las personas que queremos que formen parte de nuestra vida, que nos influyan y a quienes sin pretenderlo podemos influir.
Hay muchas personas que intentarán por todos los medios formar parte de nuestro entorno, y debemos identificar claramente quien conviene y quien no a nuestro desarrollo y a nuestro futuro.
No puedo hablar de verdades absolutas, pero sí de la fórmula que me ha llevado a estar rodeado de las personas que hacen mi vida más agradable, que hacen de cada día una experiencia positiva y un motivo de alegría y satisfacción.
Quizá sea más fácil hablar de las personas que no nos convienen para nada. Por una parte gente negativa, con una opinión inamovible sobre su modo de ver las cosas. Incapaces de cambiarla. Por otro lado nos encontramos con quienes pretenden hacerse imprescindibles en nuestras vidas. Buscan una puerta y la empujan, nos fomentan algo que pueden considerar una falta o un defecto en nosotros y pretenden convertirse en el único modo de solucionarlo o taparlo. Esa gente en realidad es de la que más debemos prescindir, porque nos infravaloran, nos tratan como seres inferiores aunque su obsesión les lleve a adularnos. Nos debilitan para hacerse fuerte en nosotros y nos manipulan sin que podamos darnos cuenta. También hay otro tipo de gente que aunque a priori pueda parecer que nos proporciona buenos momentos, son una fuente de problemas. Continuamente provocan discusiones con terceros en las que nos vemos inmiscuidos. Otra amistad que no interesa para conseguir una estabilidad a largo plazo es aquella que nos echa en cara comportamientos y acciones. No es malo que nos critiquen una actuación, pero sí lo es que nos la echen en cara, que nos "criminalicen" por determinada conducta y creen en nosotros un sentimiento de culpa innecesario.
Hay más tipos de personajes con comportamientos perjudiciales para nuestro desarrollo, pero ahora vamos a irnos a lo que debería ser un buen amigo.
Empezaría por ser alguien alegre, una persona positiva con una mentalidad abierta. No quita que tenga sus momentos de bajón, pero en estos momentos no debe intentar implicarte y decirte que eres lo único que le puede proporcionar la estabilidad o el bienestar. Esta sensación de utilidad que de primeras puede causarnos satisfacción, se torna una obligación molesta cuando nos enfrentamos con una persona dependiente sentimentalmente de nuestra implicación para con él.
Así que tenemos a alguien alegre, abierto y positivo y con independencia afectiva. Tenemos también a una persona que nos escucha y nos aconseja sólo si se lo pedimos o si nos ve demasiado perdidos. No nos sirven de nada consejos gratuitos basados en experiencias que no nos pertenecen. ¡No todos tenemos instalado el mismo software! por lo que a problemas similares, soluciones distintas.
¡Y no hay más! Teniendo esto un poco claro podemos diferenciar entre quien viene a nosotros para aportarnos algo positivo y gratificante, y quien viene a perjudicarnos y a obstaculizar nuestra posible consecución de la felicidad.
Como ya dije, no es una verdad absoluta, pero a mi me ha servido esta forma "egoista" de elegir a quien quiero a mi lado y a quienes prefiero mantener al margen. Hay que tener una visión crítica y saber trazar la linea y ver quien queremos que la pase y quien debe quedarse al otro lado.
domingo, 6 de abril de 2008
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