martes, 22 de abril de 2008

Amor en lugares fríos

Encendí las luces
cuando me alejaba
y cruzaba a solas
ese puente eterno
que se puede ver
desde tu casa.

Ahora,
era una Luna llena
inmensa
como el ojo de Dios
la que alumbraba.

Atravesaba la carretera
dejando bosque
a uno y otro lado.
Un bosque siniestro
que no me hubiera importado
cruzar de tu mano.

El Sol se dilataba
y ennegrecía
cuando me dedicabas
tu sonrisa.
Se convertía en un
agujero negro
que giraba y giraba
y trataba de absorber
la alegría que
nos hacía complices
de todo esto.

Después sin éxito moría,
estallando en un trillon
de piedras candentes
que caían sobre nosotros.
Sobre nuestros cuerpos abrazados
en la orilla de Atlantico.
Sobre las aguas
que sorprendimos
con una irreverente
demostración de locura.

Tus ojos, señor, tus ojos.
Esa mirada que un día
en enero
me intimidaba...
Y ahora no puedo
dejar de esperar
con ansia.

Y de vuelta a esta carretera fría,
a esta luz artificial
que la revela
desconocida.

A la soledad
de un asiento vacío
a mi lado.

A la impaciencia
por volver a verte
y seguir quitando hojas
del calendario.
Seguir pasando juntos,
días
y años.


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