martes, 10 de abril de 2007

Sólo hay guerra

He leído a poetas.
Yo recuerdo que empecé
mucho antes de todo esto.
Antes de la fórmula y el llanto,
de los plágios o las coplas.
Yo no escribo escuchando vals,
ni con Chopin de fondo
o entre libros de Freud
o Schopenhauer.
Yo escribo
tras hundir la pluma
en la memoria de un tintero
e impregnarla de recuerdos
que bien teñiria de rojo.
Escribo en una calle,
bajo un árbol bajo el que
viví antes algo
o sentí que lo perdía.
No me condiciona
ningún Dios, ningún Apocalipsis,
ningún gobierno o pueblo.
Yo soy autor de mi palabra,
no predico, no divierto,
ni siquiera dejo a mis
amantes leer mis versos.
No te dejo a tí,
que ojeas impasible
linea a linea
como quien lee
un anuncio por palabras:
"busco, encuentro"
O pasa sin querer la vista
por uno de esos...
¿cómo se llaman?
Paskines, creo, de propaganda,
que lanzaron desde un coche,
con la euforia infantil que
sólo tienen quienes aman
a los políticos,
y que la gente pisa ahora
sobre el suelo.
Yo recuerdo haberme visto antes,
escribiendo en un sillón
en la salita, escasa luz,
y la musiquilla de un piano
colándose curiosamente
por debajo de las puertas,
para espiarme.
Y susurrarme que tengo vanidad,
que no estoy lejos de los vicios
y alguna noche contemplaré
durante mucho tiempo
al abismo.
Pero hasta entonces
tendré tiempo de observar
las pérdidas de vida y de memoria,
esos puros actos de poder,
esas estrellas que en las películas
¡cantan como grillos!
y son hogar de las deidades
quienes lloran
o se cuentan chistes
sobre nosotros.
No perderé ocasión de hablar
siempre que pueda
criticando a los ilusos
(entre los que me encuentro)
con afanes por cambiar el mundo
¿Acaso no está ya bien aquí?
Acaso no estamos ya saciados
que usamos nuestro báculo de oro
para golpear a los desgraciados.
De los que huíste
con el pánico de no querer
ser torturado por alguien como tú.
Echamos hoy un vistazo
hacia el pasado
para descubrir que la raza del hombre
nunca evoluciona,
que se deja someter
o escala por los pilares de un templo
hecho de cuerpos humanos
hasta alcanzar su altar
en donde esparce
la sangre de los dioses.
Yo estoy lejos de todo,
demasiado lejos como para
tener miedo
o querer guardar la pluma,
derramar la tinta.
Pretendo estar curado. Eso sí,
ocultadme los espejos.

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